En estas últimas semanas nos han querido vender lo del fofisano como la última tendencia de belleza masculina, que básicamente defiende la imagen de un hombre que vive menos obsesionado por su imagen y el gimnasio, y que se siente libre para disfrutar de vez en cuando de una pizza y unas cervezas.
La verdad es que la idea me resultó bastante atractiva, pero sonaba tan bien que pensé que debía esconder algo no tan bueno. Así que me puse a indagar un poco más sobre el tema.
Todo esto del fofisano viene de un artículo de Mackenzie Pearson, una joven universitaria norteamericana que defendía que su ideal de atractivo masculino no iba tanto con músculos y cuerpos definidos, y se decantaba por una imagen más cercana a las curvas cerveceras de su padre. Por eso lo llamó dad bod, algo que a Freud le hubiera encantado, y que es un matiz importante que se ha perdido con esa terrible traducción de fofisano.
Mackenzie prefiere un dad bod porque tienen una imagen menos intimidante que una masa de músculos, es más achuchable y así se asegura ser la parte bonita de la pareja. Algo así como la Bella y la Bestia, pero con un ligero sobrepeso. Además, el dinero que este hombre se ahorra en gimnasios lo puede dedicar a invitar a cenar. Ve al dad bod como una apuesta segura y sin sorpresas, porque es más fácil hacerse a la idea que esa panza estará ahí para siempre que no llevarse una decepción cuando cada vez sea más difícil conservar esos abdominales.
No se puede negar que son argumentos muy prácticos y cómodos, sobre todo para algunos hombres, pero tienen un trasfondo conformista, conservador, incluso manipulador y egoísta, en un intento de ocultar inseguridades propias tras los kilos de más del otro. Las críticas no se hicieron esperar acusándola de fomentar la desigualdad de género, y no ayudó mucho el artículo que Mackenzie escribió el mes pasado sobre el equivalente femenino del dad bod, el mom bod, en el que admiraba las «imperfecciones» del cuerpo de su madre producto de la maternidad y el sacrificio derivado de abandonar sus sueños de juventud para que su familia pudiera hacer realidad los suyos.
En el fondo de estos dos artículos hay la buena intención de relajar la obsesión por el cuerpo y la imagen, pero mientras en el dad bod se dice: “hey, tranquilo, no pasa nada por comerte una pizza y tomar unas birras”, en el mom bod la idea es que tu cuerpo cambiará porque tus hijos y tu pareja están por encima de tus aspiraciones. Sí, me parece un poco injusto. Así que me quedo con lo bueno, que la belleza no es algo que se mida o se compre, que viene de la confianza y la aceptación de uno mismo, y que en realidad la pizza y las birras no discriminan, y además saben mejor en buena compañía.
Antonio Mateo
Inpside | Psicólogo en Barcelona